Tiene Venezuela la mayor proporción que país alguno sobre el Mar Caribe.
Un ir y venir de pequeñas embarcaciones entre las
islas grandes, medianas y pequeñas, se realizaba desde tiempos inmemorables por
los que llamamos nuestros ancestros, algo como “nuestros antepasados”. Y que en
realidad son “los dueños de la tierra y de las aguas”.
La silenciosa cultura Caribe, de grandes navegantes,
se expandía desde Suramérica, más debajo de Venezuela y Colombia, por el Delta
del Orinoco, abarcando Trinidad y Tobago hasta el hoy llamado Golfo de México,
incluyendo la inmensa Cuba.
Fueron tal vez, la cultura que mayor interrelación
tuvo con el ambiente, conviviendo con él casi sin modificarlo, pero alcanzando
niveles de bienestar envidiables. Ninguna epidemia o enfermedad mortal afecto a
los caribes hasta la invasión imperial española, inglesa y francesa. Eran
fuertes y agiles. Recorrían miles de kilómetros y remaban centenas de millas en
su casa que era toda la Abya Yala.
La naturaleza era prodiga en dioses como los ríos, el
sol, los grandes animales y aves multicolor. Les obsequiaba sin mayor
valoración el oro para adornar u ofrendar y las perlas de las ostras como
hermosa curiosidad.
La poesía le canto al mar, al cielo, al fuego y a la
mujer que acompaña y comparte la vida sonriendo.
La prueba de que fueron la civilización perfecta, fue
precisamente que se preocuparon por legar a las nuevas generaciones la más
grande y hermosa de las obras arquitectónicas: La naturaleza tal como la
encontraron.
Nota: Del 22 al 24 de abril en el CELARG: Congreso Internacional África y el Caribe que nos une.
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