Además
del fervor popular, la unidad es indispensable para ganar
El mundo entero habla de las Primarias Abiertas Simultáneas y
Obligatorias (PASO), en Argentina. Son vistas, con toda razón, como una derrota
aplastante contra el derechista y empresario Maurice Macri.
Por supuesto, se atribuye a una reacción popular contra el
neoliberalismo que está sumiendo nuevamente a Argentina en el horror económico vivido
a finales de los noventa (Siglo XX) con Fernando de la Rua y que se prorrogó
hasta 2003. Fue el momento de la asunción popular de Néstor Kirchner quien puso
en orden las cuentas nacionales, reestructurando la deuda, implementando políticas
sociales en beneficios del pueblo.
A Kirchner le sucedería Cristina Fernández por dos períodos
presidenciales. Se daba por descontado que en el 2015, el candidato del llamado
kirchnerismo –una tendencia dentro del peronismo—ganaría sin dificultades las
presidenciales con Daniel Scioli, en primera vuelta. Pero no fue así. Ganaron
la primera vuelta y sucumbieron sorprendentemente en la segunda,
¿Qué pasó? Si los gobiernos de Néstor y Cristina habían sido buenos para
el pueblo, parecía que Cristina, tras la desaparición física de Kirchner, se tomaría
un descanso hasta el 2019. Un solo
dato ilustra el éxito económico del gobierno de Cristina Fernández, durante sus
dos períodos el PBI creció de 329 mil millones a 548 mil millones de dólares en
2014
El domingo 09 de agosto de 2015, fue muy distinto al domingo 11 de agosto
de 2018. En este las plataformas políticas no definieron sus candidaturas
presidenciales dado que alcanzaron el consenso necesario, por lo que la
contienda se transformó en una gran encuesta.
En 2015, el peronismo, al cual pertenecen Alberto Fernández, Cristina,
Daniel Scioli y Sergio Massa tuvo tan grandes desavenencias que ni siquiera se
enfrentaron en el PASO.
En las primarias de 2015, el peronismo gubernamental con Scioli obtuvo
38,09% de los votos, Macri 30,36%, mientras que los llamados “peronistas
opositores –Massa y José Manuel de la Sota-- sumó el 20,57%. Así en las
elecciones de Octubre de 2015, el peronismo fue dividido, con la esperanza del kirchnerismo
peronista de superar por 10 puntos a la oposición de derecha.
No se dio el prónostico. Sergio Massa conservó su porcentaje en la primera vuelta.
Scioli sacó 37, 08, y Macri subió a 34, 15 %, para pasar una segunda vuelta, en
la cual el mundo racional esperaba que el peronismo opositor definiera a favor
del candidato del kirchnerismo peronista. Pero la división continuó.
Evidentemente las heridas peronistas fueron irreconciliables. La unidad se
desvaneció. La derecha organizó su maquinaria y cabalgó sobre las diferencias
peronistas y un Macri que empezó su historia con 30 % en primaria, obtuvo un
prestado 51,34 % de la votación.
La elección de Macri no fue un voto castigo al gobierno Cristina, fue un
castigo a la dirigencia peronista por relegar el camino del pueblo por sus luchas
internas.
En las elecciones parlamentarias de 2017, la crisis de división del
peronismo continuaba. La frase de Massa “Ni Macri ni Cristina, ¡Argentina!”, dibujaba ese panorama. Los
votos de Cristina para senadora, aunque electa, también hacían ver que el
peronismo seguía siendo castigado. Por otro lado, el macrismo, envalentonado,
buscaba formulas judiciales para destruir el liderazgo de Cristina y quebrarla
moralmente.
En 2017, Cristina Fernández anunció que si su candidatura en el 2019 impedía
la unidad, no se presentaría. Ese año, de las parlamentarias, la dirigencia
respondió con adversidades al llamado de la líder peronista.
En el 2018, en medio de un país devastado por las políticas neoliberales
de Macri y su mal gobierno, de una Argentina oficial aislada de las grandes
causas continentales y con un gobierno al servicio de la desintegración y de
las apetencias de EEUU, el peronismo comenzó a rencontrarse con la realidad de
un pueblo que reclamaba entereza y buena política. La experiencia social y política
de Cristina Fernández, la llevó a una gran lucha por la reunificación. Movimiento
como la conformación la fórmula presidencial, con ella como vice, significaron
el acercamiento de la dirigencia y la vía hacia el consenso.
El 12 de junio, un twitter de Alberto Fernández, “Hace tiempo que una gran parte de nuestra
sociedad espera que nos unamos para salir adelante”, da muestra de que el
peronismo se había reencontrado con el histórico mandato popular. Con los
acuerdos políticos electorales de estos casos, se anunciaba también la
convergencia con el ex candidato que llegó de tercero en 2015, Sergio Massa.
La maquinaria peronista, en sus variadas tendencias, funda el Frente de
Todos, con la debida explicación de Fernández de que es “inclusivo para todos y
todas”. La primera gran victoria es la del PASO del 11 de agosto de 2019. Llega
en el momento en el cual el neoliberalismo de Macri, que regresa a su original
treinta y algo por ciento, ha colapsado a la Argentina.
Viene ahora la guerra sucia. Para burlarse de un pueblo, no reparan en torpedear
el voto popular para que continúe la debacle económica y dejar de nuevo en
bancarrota al país. Serán dos meses de tensión. Dos meses en los cuales el
neoliberalismo salvaje buscara tomar venganza. Para ello utilizará de todas las
artimañas de la que es capaz esta gente por detener la voluntad popular. Los
argentinos, las argentinas deben redoblar sus esfuerzos y fortalecer aún más la
unidad.
Este período político de 2014 a 2019 en Argentina es una lección que
debe ser analizada hondamente, para aprender de sus errores y seguir superándolo.
El ejercicio del poder popular requiere de generosidad y desprendimiento hacia
el pueblo; y de templanza y coraje para afrontar las dificultades y ataques injerencistas.