Todo intento de golpe de estado,
asalto al poder es anticipadamente planificado por autores intelectuales que se
creen investidos de un liderazgo sobre un grupo que está dispuesto por
disciplina o convicción acompañarlo.
El poder atrae a propios y
extraños. Unos lo ven como el instrumento para implementar políticas a favor
del pueblo. Principalmente centradas en la distribución del ingreso, en el
respeto a los derechos civiles. Esto la ven el poder como el medio para crear
oportunidades para todos.
Otros creen que el poder es un
mecanismo personal, para enriquecerse, para controlar a los demás sin
respetarlos, para poner las riquezas al servicio de una elite o para vender un
país al mejor postor. Desde 1989, en América, un buen número de pueblo optó por
la primera. Por darse el poder para vivir, para el bienestar social.
La segunda, los que creen que el
poder le es hereditario, llevaban siglos gobernando –en Venezuela desde 1830 –,
y eran tan totalitarios, tan sectarios y discriminantes que decidieron acabar
físicamente con toda gente que se les opusiera.
Hasta que llegó el pueblo, con
liderazgos surgidos de él; con una Constitución nacida de él; con una
Revolución Constitucional para hacerse por la vía de la paz, la democracia, las
elecciones del poder popular y conservarlo para que erradicar definitivamente
la pobreza.
Hay pocos que no lo entienden, y
buscan con la complicidad imperial acabar con la decisión del pueblo del
Caballo Irredento que galopa a la izquierda. Son los sediciosos, que serán
derrotados.
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