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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sobre las revoluciones africanas

(Conclusión de la III Edición del libro “África Revolucionaria”)

El libro África Revolucionaria en sus dos ediciones, la primera de la Universidad Bolivariana de Venezuela, la segunda del Ministerio de la Cultura Venezolano, ha causado un gran impacto positivo tanto nacional como internacionalmente, por lo que además de alegrarnos nos compromete en la investigación y difusión sobre África. Sus textos son ahora divulgados, citándonos (lo cual es justo y se agradece) o no, lo cual no es lo más importante, siempre que se cumpla el objetivo de la socialización del conocimiento.
Lo que surgió como un ejercicio semanal para un semanario impreso, se ha convertido, por su sencillez y rápida lectura en un breviario de consulta para acercarse a través de grandes protagonistas, a la historia poco contada del África del siglo XX.
Las traducciones al inglés y francés han dado un especial interés a esta obra. Es una responsabilidad escuchar de los propios africanos que la compilación ha despertado un gran interés en el propio continente madre, al punto que nuevas traducciones del libro se han realizado en árabe, amárico y walof en Libia, Argelia, Etiopía, Gambia y Senegal.
Por otra parte, en la medida que el libro se difunde y recorre caminos africanos, recibimos comentarios enriquecedores y amables de solicitudes de incluir en próximas ediciones a determinado héroe o heroína. No como un diccionario bibliográfico, que ya existen, con la heterogeneidad que les caracteriza, lejos de lo cual está esta contribución, sino como una manera de centrar la atención en las personalidades que aportaron al desarrollo de la evolución africana con una perspectiva revolucionaria, nacionalista, continental, rompiendo los esquemas enciclopedistas tan comunes en estos tiempos en físico y digital. La milenaria África, la de las grandes culturas Mali, Songhay, Sudan, Ghana, Ashanti, Kanem, Egipcia, Congo, Etiope, Massai, Kusk, Buganda, Axum, Zulú, Merina, Yoruba, Walof, Berebere, Bantú entre otras llama a su búsqueda para comprender la humanidad. Más que montañas y mares naturales ocultan a África, son murallas de engaños, de manipulación mediática. Lo decimos en palabras de un poema bantú:
Las lejanas montañas te ocultan de mí,
Mientras se me enciman las cercanas
Si yo tuviera un pesado martillo
Para aplastar las montañas cercanas.
Si yo tuviera alas como un pájaro
Para volar sobre aquellas más lejanas.

 Bajo la barbarie de 300 años de esclavitud se pretendió enterrar la inmensidad cultural africana. Ni siquiera el loable esfuerzo de la UNESCO a través de la “Historia General de África” puede mostrar al mundo, en sólo cuatro mil páginas (8 tomos) toda la profundidad de la africanidad, cada civilización, cada personalidad, daría para más de ese número de hojas. Queda tanto que buscar, por el bien del mundo, por la prosperidad de las ciencias y la precisión del conocimiento.
Son tantas las mujeres y hombres que ha aportado la africanidad. Como el Emil Abdelkarder, fundador del moderno estado argelino quien señaló el camino libertario de 1832, resistiendo a los invasores franceses hasta 1847. Quince años entregados a la guerra por la emancipación; luego capturado, sufrirá su penosa cárcel hasta que se exilia en Damasco, legendaria ciudad donde el guerrero se transforma en maestro espiritual para mantener la fe en el Islam, para labrar la libertad espiritual. Abdelkarder representa el encuentro con la Argelia rebelde del Siglo XIX, cercano a las grandes gestas emancipadoras de América que luchaba contra imperios como el español y el portugués, y el propio francés, derrotado en 1804 en la pequeña Haití.
Para comprender la exacta significación de las revoluciones africanas, es necesario entender la dimensión del holocausto de la esclavitud, y luego la magnitud de la invasión orquestada por los imperios europeos entre 1880 a 1935.
 Era el imperialismo colonial. Adu BOHAHEM (1987) en su ensayo “África y el desafío colonial”, explica:
“La velocidad a la que se desarrollo este drama fue verdaderamente asombrosa, pues hasta 1880 solo algunas zonas muy limitadas de África estaban bajo el y gobierno directo de europeos. En todo el oeste de África, sólo la isla de Senegal y la zona costera, la ciudad de Freetown y sus alrededores (hoy día Sierra Leona), el sur de la Costa de Oro (actualmente Ghana), la costa de Abidján en Costa de Marfil, Porto Novo en Dahomey (hoy Benin) y la isla de Lagos (en lo que hoy es Nigeria) estaban gobernadas directamente por europeos. En África del Norte, sólo Argelia estaba colonizada en 1880 por los franceses. En la parte oriental de África, los gobiernos europeos no controlaban ni una pulgada de tierra y en la zona central, sólo estrechas zonas costeras de Mozambique y Angola estaban gobernadas por los portugueses. Únicamente en el sur de África, el gobierno extranjero no sólo había sido firmemente implantado en el sur de África, el gobierno extranjero no sólo había sido firmemente implantado sino que, además, se extendía considerablemente hacia el interior del territorio. En resumen, en una fecha tardía como 1880, alrededor del 80% del continente africano estaba gobernado por sus propios reyes, reinas, clanes y cabezas de linajes, en imperios, reinos, comunidades y organizaciones de diversos tamaños y formas”.
La Europa se vino brutalmente contra ese 80 %, apoyada en inventos como la mortal ametralladora Maxim, que pasaría por encima de la resistencia de los pueblos originarios. Los líderes africanos, en su mayoría se opondrían a sangre y fuego a la implantación europea.
Digno líderes alzaron sus armas y voz contra el colonialismo. Citamos aquí al naba moro (rey) de los mossis (hoy Burkina Faso), WOBOGO (1895) que tajantemente dijo a un invasor francés, que había venido a prometerle progreso:
“Se que los blancos desean matarme para apoderarse de mi país, y usted declara aún que me ayudaran a organizar mi país. Pero yo encuentro que mi país es bueno tal como es. No los necesito. Conozco lo que es necesario para mí y lo que quiero: tengo mis propios mercaderes: además, considérese afortunado de que no dé orden de que le corten la cabeza. Ahora váyase, y sobre todo, no vuelva nunca”.
Los monarcas de otras culturas africanas se expresarían en iguales términos. En Namibia, Etiopía, Tanzania. Los africanos alzaron al cielo y a la naturaleza sus oraciones a la par que empuñaron sus armas. De la cuna de la humanidad, Etiopía, MENELIK II, fundador de la moderna Etiopia así lo proclamó:
“Ahora han venido enemigos contra nosotros con el objeto de arruinar nuestro país y cambiar nuestra religión (…) Los que soy fuertes, dadme hoy vuestra fuerza, y los que sois débiles, ayudadme con la oración”.
Gran diplomático, administrador y guerrero Menelik, proclamó a las potencias europeas el 27 de febrero de 1893 que “Etiopía no necesita nadie; tiende sus manos hacia a Dios”. En diciembre de 1894 entraría en guerra contra la invasora Italia a la que derrotaría en Adowa el 1º de marzo 1896, en la más grande victoria militar que un país africano infligiera a Europa desde tiempo de Aníbal, reafirmando la independencia del país cuna de la humanidad.
En África Occidental, en Senegambia, se opuso a la invasión el damel LAT DIOR, quien murió en batalla por su patria junto a sus hijos, en 1886.
Por los mandingos, se alzó SAMORI TURE, que en 1882 equipó un gran ejército con armas europeas  para repeler a los franceses. Hasta 1898 los mantuvo a raya, lamentablemente, este genio militar, defensor de la soberanía fue emboscado y atrapado por las fuerzas francesa. Murió a los setenta años en Gabón.
En la mítica Nigeria, los europeos forzaban a los nativos para construir el telégrafo y el ferrocarril como método para la penetración y extracción de riquezas. Sería MAMADOU LAMINE el que nuclearia la resistencia laboral, bajo un discurso religioso “los musulmanes no pueden estar bajo el control de ninguna autoridad no islámica”. Mamadou Lamine atacó a los franceses invasores en 1886. En 1987, cayó bajo el poder de fuego francés.
Justo es, destacar que los lideres surgían de grupos étnicos organizados, como el caso de los Zulúes en África Austral, familia del diplomático y guerrero CETSHWAYO. Este y su ejercito resistió y derrotó a un ejercito de 7000 soldados bien armados, fue en 1879. El poderío zulú, desafortunadamente se quebró por un enfrentamiento interno que cobró la vida de Cetshwayo. Los ingleses quebraron la unidad y lograron vencer.
En África del Norte, la árabe, resistieron valientes como SAYYID AHMAD AL SHARIF AL-SANUSI, y los irreductibles libios que en cada poblado se pararon contra los italianos.
Sin embargo, el poder de las modernas armas, las mismas que tronarían con saña en la primera gran guerra europea del Siglo XX, mermarían la resistencia armada africana. Gran Bretaña, Francia, Portugal, Bélgica, Alemania, Italia y España, principalmente se adentraron más allá de las costas del Atlántico y del Índico. África, sometida a la colonización esclavista en su propio territorio; África obligada llevar millones de jóvenes a morir en los campos de guerra europeos en las dos grandes conflictos bélicos del siglo XX. África saqueada para alimentar a Europa, para enriquecerla.
De allí la trascendencia de los revolucionarios africanos que idearon las estrategias para regresar a las naciones africanas a la independencia. En todos esos años de pos resistencia bélica, los africanos se organizaban; constituían organizaciones internacionales africanistas y pan africanistas; buscaban apoyo internacional; protegían sus ritos sagrados de las leyes inquisidoras. En ningún momento abandonaron.
En estas páginas, y la del todo el libro, apenas se mencionan un puñado de esos héroes y heroínas de la neo independencia africana.
Como Kenneth Kaunda, fundador de Zambia, en 1964. Kenneth Kaunda, conocido como “KK”, hombre de intensidad sensibilidad social, seguidora de los ideales de Mahoma Gandhi, daría una importante contribución a la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, Zimbabwe y Namibia, y colaboraría decididamente por la independencia de Angola. En su gobierno, los exiliados sudafricanos, se protegieron en Zambia. Kaunda, intentó un proyecto socialista en su país, la antigua Rhodesia del Norte, buscando la nacionalización de las empresas mineras, chocando de frente contra las empresas transnacionales de Gran Bretaña, la potencia ocupante.
O como en Mozambique, Eduardo Mondlane (1920 – 1969), prócer nacional por excelencia de este país. Eduardo, fundó el gran movimiento guerrillero de Tanzania y Mozambique el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), que se convertiría en un partido de tendencia socialista y gobernaría a Mozambique. La inmensidad de Eduardo Mondlane trascendió su horrorosa muerte por encargo de la ultraderecha Europea, pues sus ideales fueron seguido por Samora Machell que igual daría la vida por su país.
En la misma África Austral, la figura de Robert Mugabe (1924) ha guiado la independencia de Zimbabwe. Los detractores de Mugabe, evitan referirse a la lucha del fundador de ese país, que por sus luchas soportó 10 años de cárcel. Le tocó pelear contra el colonialismo y apartheid británico. Mugabe formó parte del gran movimiento socialista africano. Hoy su nación paga esa opción con el mayor bloqueo económico y comercial que sufre país alguno en África.
Cada país africano tiene sus hombres, sus mujeres, sus pueblos. Ha resistido y alcanzado victorias por su perseverancia, por la fe en sus religiones. La mayor satisfacción que nos queda de estas pocas páginas es que despiertan la inquietud de hurgar en la historia para conocer más de ellos en estos nuevos tiempos en la que África se agiganta como el eventual centro de los sucesos del mundo en pocos años, en los que esperamos que continúen tomando en sus manos su presente y futuro. El legado de las grandes culturas, pueblos, la resistencia contra el imperialismo, su espiritualidad y la fuerza puesta en acción por su gente resurgen para África, el continente madre.

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