Simón Bolívar, por encima de hombre de arma, de genio político, era un visionario y un hombre capaz de sobreponerse a las más desoladoras derrotas y desgracias. Voy a narrarles uno de los más estruendosos fracasos militares en la vida política del Libertador y en qué convirtió este hombre tal caída:
Se trata de la Batalla de Casacoima, del 3 de julio de 1817.
Simón Bolívar, dispuesto a tomar la ciudad de Angostura para convertirla en Cuartel General, dada la imposibilidad de retomar, en ese momento Caracas, dispuso que el capitán Rosendo, quien al mando de una escuadrilla de 10 embarcaciones conocidas como flecheras y una cañonera, llegaría por la noche a las Bocas del Orinoco, para recibir al temerario Almirante Luis Brión.
Cinco flecheras lograron pasar sin novedad y siguieron rumbo hacia la Boca Grande. Cuando el resto de las embarcaciones intentó pasar, fueron descubiertas y recibieron disparos de cañón desde las fortalezas. Ante tal reacción las fuerzas republicanas debieron retroceder, no obstante fueron perseguidas por seis cañoneras realistas.
El Libertador al percatarse, por los disparos, que la escuadrilla había sido descubierta se acercó a la orilla. Ya al amanecer se hallaron, en efecto, con las cuatro embarcaciones en el caño de Casacoima. El propio Bolívar ordena la retirada de sus embarcaciones, ante la superioridad y mejor posición de los realistas. Los españoles, notando que tenían ventaja, movilizan la infantería y atacan también desde tierra a la flotilla bolivariana, causando gran daño. Simón Bolívar, en la retaguardia, estaba casi desprotegido.
Los patriotas Juan Bautista Arismendi, Carlos Soublette, Pedro León Torres, Jacinto Lara, Pedro Briceño Méndez y otros, fueron sorprendidos por los disparos del enemigo. Torres y otros dos lograron escapar a caballo por el camino que los había llevado hasta el sitio y los otros, incluyendo a Bolívar, no tuvieron otro recurso que arrojarse al caño y, a nado, atravesaron la laguna de Casacoima, para en franca retirada encontrar un sitio seguro.
Ya a salvo, con parte de las tropas dispersas, y muchos descorazonados por el fracaso de la toma, Simón Bolívar, vistiendo apenas unos harapos, se acerca al grupo de callados generales y les dice estas palabras proféticas:
"No sé lo que tiene dispuesto la providencia, decía, pero ella me inspira una confianza sin límites. Salí de los Cayos, solo, en medio de algunos oficiales, sin más recursos que la esperanza, prometiéndome atravesar un país enemigo y conquistarlo. Se ha realizado la mitad de mis planes: nos hemos sobrepuesto a todos los obstáculos hasta llegar a Guayana; dentro de pocos días rendiremos a Angostura, y entonces… iremos a libertar a la Nueva Granada y, arrojando a los enemigos del resto de Venezuela, constituiremos a Colombia. Enarbolaremos después el tricolor sobre el Chimborazo e iremos a completar nuestra obra de libertar a la América del Sur y asegurar nuestra independencia, llevando nuestros pendones victoriosos al Perú: el Perú será libre…”.
Imaginemos las caras de aquel grupo de hombres que horas antes estuvieron a punto de perder la vida, sea por disparos, sea por ser cazados por alguna fiera de aquella intricada selva.
Un biógrafo del Libertador, Juan Vicente González, contemporáneo de Bolívar reseña así aquel momento:
“Sorprendidos, atónitos se miraban unos a otros los oficiales que le cercaban. Nadie osaba pronunciar una palabra… Un oficial llamó aparte al coronel Briceño y le dijo llorando: Todo está perdido, amigo; lo que era toda nuestra confianza, helo aquí loco; está delirando. En la situación en la que le vemos, sin más vestido que una bata y soñando con la libertad del Perú…”.
Los hombres y mujeres geniales no encajan bajo ningún análisis lógico. Tienen el don de la valentía sin límites, el del ser revolucionarios sin mayores análisis que el principio de la evolución positiva y la posesión de la profecía que guía sus pasos y les hace capaces de atraer al colectivo hacia ese camino en común.
No abandonaba Bolívar, aún en medio de la derrota, uno de sus mayores objetivos internacionales como era la libertad de Suramérica para alcanzar su unión.
Aquel hombre monumental, de carne y hueso, convertía derrotas en victoria, en los campos en dos vio morir a sus patriotas sembró arengas de vida. No venga nadie a llorar por la derrota parlamentaria y quedarse paralizado en casa, no se sería digno de ser llamado bolivariano.
Cierro con una de sus máximas ordenes "echemos el miedo a la espalda y salvemos la Patria".