La campaña electoral de Donald
Trump tuvo su bandera en el perjuicio, de acuerdo a él, de la inmigración para
EEUU.
Desde 2007 EEUU atraviesa una grave
crisis económica que ha llevado a los gobiernos de eses país a declararse dos
veces en quiebra. En algunas oportunidades la administración pública ha debido
cerrar por impagos a los empleados.
Trump convenció a buen número de
grupos caucásicos (o blancos) nacionales
de que la culpa del desempleo nacional se debía a que los inmigrantes ocupaban
los puestos de trabajo de los nacionales caucásicos.
Trump les dio a entender que
todos los trabajos eran para ellos, no importaba el tipo. Todos. Les dijo en la
campaña que trabajaran en cualquier oficio que los luego las cosas mejoraran
para sus hijos. Trump atizó la xenofobia contra los inmigrantes, empezando por
los mexicanos para quienes aceleró el muro fronterizo. Pero esto alcanza a
asiáticos, en especial a los de origen árabe, a hindúes, latinoamericanos,
caribeños, africanos. Trump endureció las leyes sobre los inmigrantes, al punto
de convertirlos en una “amenaza contra los intereses de EEUU”.
Esa es la medula de lo que
intenta hacer en Venezuela. Una matriz de opinión de la emigración masiva de
venezolanos que causaran desestabilización en la subregión, en Europa y por
supuesto en EEUU.
EEUU es un país de inmigrantes. Sus
pueblos originarios fueron sometidos a exterminio y genocidio. Desde el siglo
XVIII ese país es hechura de nacionalidades europeas, luego asiáticas. En el
Siglo XX la migración latinoamericana llegó a esas tierras. Es como la búsqueda
natural de los que vieron sus tierras expoliadas.
El trabajo de los inmigrantes
sostiene la industria, el comercio, los servicios de EEUU. EL porcentaje de la
población es hasta decisivo políticamente. Otro tanto pasa en Europa. Los
inmigrantes, profesionales, con oficios, o laboriosos en cualquier país del
mundo contribuyen a la construcción de naciones modernas.
Puede haber política de
equilibrio en cada país, en atención a la soberanía nacional, la convivencia y
la armonía, pero en ningún caso, la inmigración es una amenaza para los países
receptores, como ha querido hacer ver Donald Trump.