domingo, 23 de abril de 2017

Mercenarios en Venezuela



Mercenarios en Venezuela

La figura del mercenario es de vieja data. La contratación de individuos para la guerra ha sido común. En épocas remotas era para complementar a ejércitos pequeños de naciones que se veían agredidas por otras más grandes.

Con el tiempo, en el presente siglo ejércitos enteros han sido reemplazados por compañías dedicadas al entrenamiento de mercenarios, como si de una empresa de vigilantes privados se tratará, pero que operan para el mejor pagador. El mercado de esos batallones privados movió de 2001 a 2011, más de 100 mil millones de dólares. Los primeros campos para el trabajo fueron Afganistán e Iraq.

La grandes empresas son la Academi, firmó el primer contrato (27,7 millones de dólares) con el Pentágono para el envío de sus tropas a Irak en 2003; en Reino Unido la G4S que tiene más de 500 mil agentes; en Latinoamérica (Perú) la Defion Internacional, especializada en entrenamiento militar;  con sedes en varios países del mundo y contratista del Pentágono la Aegis Defense Services; en EEUU Triple Canopy, formada por veteranos de guerra, tipo Rambo; la DynCorp  que opera en Irak y estuvo en Haití; la Unity Resources Group  presente en 15 países del mundo, incluyendo el Golfo Pérsico.

La guerra ya no es solo un negocio de los fabricantes de armas, sino un gran negocio para estas empresas.

Pero el mercenariazgo no es exclusivo de esas grandes empresas. En pequeña escala, se contratan a individuos preparados para la manipulación de armas, preparación de trincheras, explosivos industriales y caseros o simplemente agitadores profesionales que muchas veces son delincuentes comunes o personas adictas a drogas que aceptan pagas medianas para ponerse al servicio de desestabilizadores conectados con financistas internacionales.

En Venezuela, la práctica ha entrado con fuerza desde 2014. Lideres negativos de la derecha se han convertido en operadores para la contratación de mercenarios locales, algunos entrenados dentro y fuera de país.

Bajo la cortina de marchas catalogadas falsamente de pacíficas, con personas muchas veces de buena voluntad y con su expresión política respetable, que ponen a hacer barras a esos mercenarios que arremeten contra las institucio9nes y servicios públicos y hasta contra servicios maternales e infantiles.

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