“Hay que escuchar, hay que ser sensibles porque hay razones para que expresen ese descontento y esa crítica” Dijo Rodríguez Zapatero. Luego ha dicho que hay que oír dentro de los márgenes de los países democráticos que han alcanzado bienestar porque poseen gobiernos representativos y partidos políticos.
España es un reino, una monarquía. Como lo son Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Noruega, Suecia, Mónaco, Luxemburgo, Liechtenstein y como quisiera ser reino una que otra elite europea que añora el pasado medieval.
Hay reyes que llevan decenas de años como jefes de estado, sin otra razón que la herencia. A los que ponen el grito en el cielo por los muchos años que un gobernante lleva en el poder y reclaman su salida, les pueden interesar estos datos: Juan Carlos de España lleva 36 años de reinado; la señora Isabel II, gobierna a Gran Bretaña desde 1952; léase CINCUENTA Y NUEVE AÑOS, mandando a los ingleses y a otros 16 países que todavía se la aguantan. En ningún país del orbe ningún gobernante ha alcanzado tantos años de mando. En Holanda, Beatriz I, dirige hace 31 años; Y los que piensan que esto reyes son de adornos, se equivocan.
La vida de las monarquías, en apariencia gira en la farándula real. Al mundo le muestran los desvaríos amorosos, deportivos, sociales de príncipes, princesas, duques, sirs, infantas que llenas revistas y programas televisivos. Sólo a boda del príncipe ingles costo la modesta suma de 40 millones de dólares y el del príncipe español no bajó de 30 milloncitos de dólares, en una España donde los jóvenes reclaman empleo y oportunidades. Pero detrás de estas “trivialidades” subyace una eterna lucha por el poder. La realeza europea detenta grandes privilegios, negocios y fortunas y de alguna manera controlan los hilos del poder político.
“Allá ellos” diríamos por aquí. Vale recordar al preclaro prócer Juan Germán Roscio Nieves, es su dura crítica a la monarquía en 1798, cuando afirmó, que los únicos méritos para que gobernar o ejercer cargos públicos deben ser el talento, la virtud y el consenso soberano.
El debate entre la República y la monarquía lleva siglos. En Roma costo la sangre de varias generaciones. Otro tanto sufriría la Francia que de reino dio un ejemplo republicano que acabó el avaro Napoleón. En variadas ocasiones los españoles han intentado abrazar la institución republicana, la única, como ha quedado demostrado, en la que es posible el desarrollo de un modelo democrático participativo. El último intento fue en los años 1930, los de la guerra civil, de la cual surgió Franco, quien gobernó a la usanza real hasta que coronó a su sucesor en 1975. Dentro de las monarquía, así sean definidas como constitucionales, parlamentarias o representativas, es sólo discurso hablar de gobierno del pueblo. Son sólo pañitos calientes la existencia de partidos políticos. Al fin y al cabo, mientras juren obediencia a un monarca no pasaran de súbditos organizados.
No obstante, la Europa herida está siendo sacudida. El desarrollo de los derechos humanos y civiles, la globalización de las comunicaciones y el acceso a ellas por las mayorías le está sacando tarjetas amarillas a esas obsoletas formas de gobierno. Al acumularse, viene la roja y salen del juego.
Tiene Usted, una excelente visión de la realidad, felicito su precisión y claridad en la síntesis de su análisis.
ResponderEliminarUn abrazo, de un Venezolano en España.
@juanverajimenez
Gracias Juan. Fuerza juventud europea
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