Lamentablemente, la
guerra nunca pasa de moda. Desde la aparición del ser humano este asumió que
todo territorio que pisaba le pertenencia y que podía expandirse siempre más
allá, para hacerse dueño de tierras, animales, hombres y mujeres.
Los primeros libros
de la Biblia están referidos al enfrentamiento entre pueblos por la posesión de
los bienes del otro, la esclavización y la muerte.
Los romanos y otros
imperios exhibían como trofeos de guerras a los reyes derrotados en la acción
de la conquista. Los bajo el aplauso de unos enloquecidos súbditos y luego los
sacrificaban por terribles métodos. En
esa época no había diálogo alguno.
La alternativa era o
te entregas sin pelear y pasa a ser súbdito o eres derrotado y asesinado con la
mayor indignación posible (esta parece ser la escuela de la candidata derrotada
en el norte).
La humanización de la
guerra llegó apenas en 1820 gracias a un ser irrepetible que nació en
Venezuela: Simón Bolívar.
Revisando la
historia, es difícil conseguir un dirigente y jefe que haya actuado para
sentarse a conversar con el enemigo a muerte. Simón Bolívar lo hizo. Comprendió
que por razones humanitarias, por razones estratégicas, por motivos de
organización nacional, para reflexionar sobre las grandes metas logradas y por
lograr era necesario dialogar hasta con aquellos que por 400 años mantenía a la
Patria subyugada.
Bolívar conversó con
Pablo Morillo el 27 de noviembre de 1820, en Santa Ana de Trujillo. De esa
entrevista surgieron las negociaciones que dieron origen al Derecho
Internacional Humanitario, el gran aporte de Venezuela a la humanidad que
anteriormente solucionaba sus conflictos con esclavitud, cárcel, tortura y
muerte.
Simón Bolívar y los
suyos como Antonio José de Sucre, Juan German Roscio Nieves entre otros en
medio de la guerra a muerte darán forma a tan preciado legado de justicia,
humanismo y búsqueda de la paz.
Desde entonces, la
dirigencia internacional, sea de manera bilateral o multilateral aceptan que el
dialogo es posible aún entre los contendientes más acérrimos y en los más
encarnizados conflictos han dialogado.
Es una formula
difícil de entender y amarga para gente que se odia por cualquier razón, pero
normal entre los hombres y mujeres que practican la política no la
politiquería.
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