El resultado de la primera vuelta
electoral en Brasil se debe a un trabajo de despolitización que viene haciendo
la derecha desde que Lula ganó por segunda vez la presidencia en 2007.
Vale acotar que varios líderes
suramericanos claudicaron ante la campaña contra la postulación sin ilimitada a
la presidencia de la república que se hizo en Venezuela en el 2007. La
intención de esa campaña, es la de evitar que se consoliden los proyectos anti
neoliberales en la región. Es el método imperial de siempre: erradicar la
fuente del contagio.
En la medida en la cual avanzaban los
gobiernos de Lula, se iba produciendo un incremento en el acceso a los recursos
de la ciudadanía más pobres, lo cual redundó en un aumento del extracto social
medio, y por ende la reducción del tamaño de los extractos pobres. Como no hubo
un trabajo de concienciación del origen del estado de bienestar –las políticas socio
económicas de Lula, el PT y sus aliados— pues los millones que ascendieron económicamente
solo aspiraban a tener más, a ser como las “clases” altas y a diferenciarse de
los que tenían menos. ¡Se aburguesaron! Por tanto, se perdió buena parte de la
base del voto popular “menos pobres, menos votos”, “más riqueza, menos
conciencia de clase”.
El aparato comunicacional, que nunca dejó
de estar con las elites tradicionales del país, junto a factores ideologizantes
como las iglesias cristianas protestantes se llenaron el vacío de formación de
la población. Los factores de izquierda sucumbieron a la campaña que hicieron
en Venezuela contra las reformas a la educación que tenía la consigna de
"con mis hijos no te metas", a fin de que los contenidos patrióticos
no se incorporaran a los programas de estudios. El gobierno de un país que
salía aceleradamente de los graves problemas de deuda externa, de baja
productividad, de credibilidad internacional, de la violencia urbana, obvió
informar y narrar a la población que todo se debía a un Plan de Acción que
estaba cumpliendo con sus objetivos y que por tanto había que darle continuidad
y defenderlo de los enemigos de siempre, los que hundieron al Brasil en la
miseria.
En menos de dos años, tras un golpe
blando que las masas no protestaron, la derecha hizo retroceder a Brasil. Los
brasileños entonces recordaron los logros de los gobiernos del PT y los
relacionaron con Lula. Este ganaría sin mayores problemas porque es visto como
el líder que ayudaría a salir de la crisis económica y volver al estado de
bienestar de sus dos gobiernos. Pero la derecha se encargó de anularlo jurídicamente,
tampoco hubo las grandes manifestaciones que se esperan de un país polarizado,
con más de 100 millones de electores, de los cuales la mayoría se benefició de
las políticas de las administraciones de Lula Da Silva.
Por el lado de la derecha y la
ultraderecha, su hoy candidato venía siendo preparado desde que apareció Lula.
La ultraderecha se apropió de las consignas sociales de la izquierda. Ofreció
seguridad, le prometió a los sectores medios –a millones que salieron de la
pobreza— y altos mantener su estatus, y acudió a las consignas
"morales" para acercase a los
religiosos conservadores que a odian la sexo diversidad, la negritud, a la
igualdad sexual, la libertad de culto, los sindicatos y movimientos sociales;
uso de las redes sociales para bañarse de falsa irreverencia y posicionarse en
el sector juvenil poco informado del pasado remoto, del pasado reciente y el
ahora de su país.
Mientras tanto, la izquierda, sin Lula
candidato, hizo una campaña para eruditos. Se olvidó de términos populares y
uso palabras que dicen mucho para sectores especializados y poco para las grandes
mayorías que no han sido formadas. Poco vale decir que el candidato es ultraderechista,
fascista, misógino, racista, homofóbico, xenófobo, si esos conceptos no son del
dominio de las masas. Antes que hacerle daño, unificaron en torno a él a una
derecha que estaba atomizada, que tenía varios candidatos.
Un muestra de la poca efectividad de la
campaña de la izquierda en que las encuestas sectoriales muestran al candidato
derechista que buena aceptación, hasta en esos sectores amenazados. Por ejemplo
42 % de las mujeres, 47 % de los afros (incluyendo 37 % de los que se auto reconocen
como negros) apoyan al ultraderechista
La izquierda brasileña, liderada por el
PT, dejo de de lado la regla de oro de la oposición en una campaña electoral: “asociar
al candidato con la mala gestión de un gobierno”. En este caso, con Temer, un presidente
de facto con menos de 3% de aceptación. Si bien aquel tenía su propio candidato
en contienda, una vez que se produjo la polarización, la estrategia era la
regla de oro y con ella una campaña contundente recordando al Brasil que creció
con el PT, con Lula, con la izquierda; y sin descuidar los peligros inherentes
a la ultraderecha, una campaña con un lenguaje sencillo, para el pueblo llano.
Esperemos que en estas escasas semanas
que han pasado hacia la segunda ronda la estrategia haya sido más electoral, de
tejer alianzas, de lo contrario tocara construir desde una oposición unificada,
con capacidad de movilizar al gran pueblo brasileño, la necesaria y urgente
conciencia de clases que necesita Brasil para retomar el camino perdido. Lo
demás será consecuencia de esto.
@bolivarreinaldo
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