Muere el derecho internacional

El Sur progresista debe tomar la iniciativa
Muere el derecho internacional

Debe aceptarse que la derecha internacional ha tenido varios planes alternos para socavar con los gobiernos progresistas, alternativos o de izquierda del Sur, cualquiera sea el nombre que quiera adoptarse por país.


Los golpes parlamentarios en Honduras y Paraguay, una de ellos; otra, la judicialización de la política como en Brasil; una muy vigente, la desideologización de la política como sucede en Uruguay y El Salvador. Ideologización que va siendo suplida por la captación de grandes masas de “apolíticos” por parte de los fundamentalistas religiosos cristianos. 

Simultáneamente, está el ataque artero a las organizaciones de integración y cooperación de corte bolivariana, asegurando su desactivación para que no interfieran contra la forma más mortal como son los golpes sangrientos con operadores policiales y militares cual es el caso Bolivia. Ya no está la UNASUR, ni la CELAC. Las armas apuntan ahora al ALBA – TCP. La OEA de Almagro ya tiene en agenda a la Comunidad de Dominica y a Nicaragua, ambos miembro del ALBA – TCP. Es muy seguro que estén activados planes en San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, Granada, Antigua y Barbuda, Surinam. Con Cuba llevan sesenta años tratando de reducirla, con Venezuela 20. 
Ya en 2011, en el derrocamiento de Gadafi, esa derecha trasnacional logró doblegar, por división, a la Unión Africana; y ha anulado la unidad de la Liga Árabe quitándole su poder de resolver sus conflictos subregionales.

Manifestaciones pacíficas, que constitucionalmente son derechos de los pueblos, son criminalizadas por representantes de multilaterales, tal como la de Chile, Colombia y Ecuador. Los obreros, mujeres, estudiantes, obreros, gremialistas, sindicalistas, indígenas y campesinos son llamados vándalos, delincuentes cuando se oponen a las políticas excluyentes del neoliberalismo, mientras que los que manifiestan, generalmente con gran carga de violencia –como en Venezuela y los del comité cívico de Bolivia--, los denominan “sociedad civil” o “fuerzas democráticas”. 

Se trata de reducir la democracia a un uso exclusivo de la derecha transnacional y solo es válida se la favorece, de lo contrario permite el uso de todo método, hasta violento, para tomar el poder político. Es el descuartizamiento del verdadero concepto democrático. Para ser presidente, de acuerdo a la nueva doctrina intervencionista, no son necesarios los votos. Los ejemplos más recientes, fueron Brasil, Perú y ahora Bolivia.

El derecho que es la base de la justicia, ahora se usa a conveniencia. El parapeto de la OEA lo invoca contra Venezuela, pero lo aplica a favor de los golpistas bolivianos y lo omite cuando se trata de proteger a los pueblos de Chile, Bolivia, Ecuador y Haití.

El “falso fraude” de la OEA en Bolivia es de un cinismo mayor a la edad de Almagro; mientras que en Honduras, una gigantesca trampa, sin cuestionamientos por los multilaterales –ni OEA, ni SICA, ni la ONU—designó como presidente a un cuestionado mandatario involucrado en delitos de narcotráfico. El multilateralismo no hizo nada, como no lo hizo en México en 2006 y 2012.

Ahora la OEA prepara el terreno para unas elecciones discriminatorias en Bolivia, como las que se hicieron en Brasil e intentaron hacer en Argentina. La ONU aplica informes de derechos humanos sesgados, y ante la mirada impávida del mundo, sus autoridades hacen un ruidoso silencio, convencidos de que los pueblos serán obligados a callar a través de la represión policial y militar que va agregando mártires a las luchas de los pueblos humildes nuestroamericanos.

Cruzando el Atlántico, la Unión Europea, se contradice cuando no condena y se une el bloqueo estadounidense contra Venezuela, pisoteando la Carta de la ONU que es muy clara en cuando el Consejo de Seguridad puede aplicar sanciones a un estado miembro. Tal vez la UE, con su ambiguo derecho regional, no tiene la capacidad jurídica para discernir lo que es soberanía y autodeterminación. Es mucho pedir para un continente cuya historia ha sido la de imponerse de cualquier manera en Asia, África y Nuestra América.

Los organismos multilaterales permiten que se impongan gobiernos de facto, que se elijan presidentes que no tienen competidores en las elecciones. Son organismos que protegen a las élites de derecha, aun cuando no tienen popularidad alguna como en Chile o en Haití y legalizan el barbarismo en Bolivia, como lo hicieron una vez con Venezuela, Honduras, y Paraguay.

La capacidad de reacción de organismos menos contaminados como el Movimiento de los No Alineados, al no tener poder de coerción y coacción, no pasa de ser declarativa o en el mejor de los casos en votos en el sistema blando de la ONU.

Ante tan arremetida contra el derecho internacional, destacan las posiciones defensivas de sistemas de gobiernos que no tienen más remedio que defender sus posiciones y dignidad. Vale decir su soberanía y autodeterminación. 

El derecho internacional agoniza, el mundo vuelve aceleradamente al unilateralismo de 1914. Es peor que una guerra mundial.

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