En Bolivia, un sangriento golpe
ha sacado, por ahora, a Evo Morales del gobierno. 25 días de una violencia
neofascistas con la complicidad de un motín policial y una falsa neutralidad
militar –cómplices y actores-- obligó al liderazgo de la Revolución del Buen
Vivir a evitar un mayor baño de sangre en la Nación.
La Bolivia de Evo, recuerda a la
Libia de Gadafi. En ambos países se vivió un desarrollo humano impresionante.
En Bolivia, de décadas de malos gobiernos, el último precisamente el candidato
perdedor de las elecciones del 20 de octubre, que en 2004 fue expulsado por los
movimientos populares. En Libia, en 1968, la Revolución Verde acabó con una
situación de entrega de sus recursos a las potencias europeas. En poco tiempo,
ambas revoluciones se dedicaron a empoderar a sus pueblos. Quien se precie de
investigar el devenir de la historia, antes de opinar debe comparar ese antes y
después en ambos países.
Una contra revolución preparada
desde el mismo momento que Evo llegó al poder, ha puesto un hito en el
desarrollo del mejor gobierno que ha tenido Bolivia. La clave del golpe, además
de lo dicho, ha sido el de poner al frente un líder negativo representante de
lo más agrio del sector empresarial y del fundamentalismo religioso cristiano.
Ante ello, el mayoritario MAS, todavía
busca la vía institucional para recuperar el poder popular. Mientras que los
movimientos sociales –indígenas, campesinos, obreros y mineros— se expresan por
miles en las calles para recuperar su revolución y recomponer el necesario
liderazgo. El tiempo indígena es distinto al nuestro.
En Chile, un mes de protestas
populares, se conjugan en la exigencia de la refundación de un estado cuyos
gobiernos, de derecha y centro, han sido sumisos ante la herencia
constitucional de la oprobiosa dictadura de Pinochet. La protesta generalizada,
cuyo motor es la juventud estudiantil, pide una Constituyente para hacer de
Chile un país de todos, pero pide mejoras para ya y no compra de tiempo por un
gobierno continuista del pinochetismo, como lo han sido todos desde que salió
Pinochet de la presidencia, mas no de la comandancia en jefe de las represoras
fuerzas armadas.
Contra ello, Piñera, que a
diferencia de Evo, cuenta con el visto bueno imperial, de sus pares del Grupo
de Lima y con las fuerzas represivas y ante la audacia de las fuerzas populares que no
caen en el juego de la “negociación” –con el cual sedujo Macron a los Chalecos
Amarillos— apuesta todo a la represión total y a la criminalización de la
protesta. Piensa que mientras aquella carezca aún de un liderazgo central,
puede atomizarla y dormirla.
Ambos pueblos tienen la palabra. El
exitoso Evo sale para evitar la masacre de un pueblo; el fracasado Piñera se
queda para matar al suyo.
@BolivarReinaldo
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