Preocupa como se ha venido
institucionalizando el golpe de estado en Bolivia. Se ha impuesto el discurso
de facto.
Todos los
sectores hablan de elecciones bajo la agenda golpista. Es un método muy usado,
y con éxito de la derecha en África: dan un golpe de estado, prometen prontas
elecciones para que los organismos internacionales se queden tranquilos, y para
que los movimientos internos se entretengan. Mientras, se posicionan en las
instituciones de poder, electorales, justicia, y, en primer orden,
económicas, lo cual les garantiza “ganar” las elecciones o, en caso
contrario, quedarse con el poder real.
Las
omisiones cometidas por el liderazgo del MAS, debido a la coacción y arremetida
sanguinaria del fascismo, las usan los golpista para presentarse como
legales ante el mundo, que no termina de creer como el gobierno más exitoso de
la región fue derrocado, y menos por qué siendo mayoría en el Congreso el
partido de Evo Morales, ni siquiera discutieron si las renuncias eran o no
válidas, para que al menos quedará el testimonio histórico de lo que realmente
pasó puertas adentros, porque puertas afueras, todos presenciaron la masacre y
represión operada por Camacho y sus Comités Cívicos de Santa Cruz.
En la ONU se
sienta un embajador boliviano del golpismo, y es aceptado. Nadie pidió un
informe de los hechos, una interpretación constitucional, una preocupación por
los derechos civiles de las autoridades obligadas a renunciar.
Ya
consumados violadores del derecho internacional como la Unión Europea y el
Grupo de Lima, reciben con beneplácito al ilegitimo gobierno que de
inmediato se suma a las filas del “todos contra Venezuela”. La nueva dictadura
de Bolivia, impuesta por los militares y la policía, se cubre del manto de
“democracia” usado por la ultraderecha internacional.
Al no
protestar los movimientos populares bolivianos, empezando por el MAS contra las
ilegitimas decisiones de hecho y de derecho, y mantener una coexistencia con
los golpistas en la Asamblea Nacional, la imagen que trasmiten es la de que se
resignan a los designios de la dictadura de Camacho, cuya cara visible es Añez,
un personaje que al igual que en Venezuela, nadie conocía, salvo por sus
publicaciones racistas en las redes contra los indígenas y luego por un video
porno, que bien pudo ser parte de una estrategia de marketing, como las que
usan en la farándula.
Pierden
fuerza las banderas de: “Evo es presidente legítimo”; “No a la dictadura”;
“Fuera los golpistas”.
La derecha
ha impuesto por la fuerza y mediáticamente la renuncia de Evo y demuestra que
controla el uso de la violencia de estado. La voz de los movimientos populares
ha sido reducida a denunciar la violación de los derechos humanos de una manera
que hace ver que “los violadores son el gobierno actual” y no un gobierno de
facto. En algunos momentos llaman presidenta y ministros a los golpistas.
La
gran cortina es el tema electoral, camisa de fuerza que le han puesto a todos,
incluso al alto liderazgo del MAS, a actuar solo en función de unas dudosas
elecciones.
La derecha
trabaja para bajar el volumen a la protesta anti neoliberal en América con
métodos violentos y con el desgaste. Lo hace en Ecuador, Chile, Colombia,
Honduras, Panamá, Haití, Bolivia.
Esperemos
que el Encuentro Internacional en Caracas, del 22 al 24 de enero, se aborde
este tema. Que en Bolivia, en el MAS de Evo, se prendan las alarmas, de lo
contrario, las elecciones legitimaran esta trágica noche neoliberal.
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