De nuevo África se refleja en las pantallas de televisión y en los periódicos por un conflicto bélico. Este es un año convulsionado.
Algunos, asombrados, descubrieron que Egipto, Túnez y Libia son países africanos. Pensaban que eran de inexistente “Medio Oriente”. Y además, el color de piel no les cuadraba con lo que consideraban africano. En la lejanía impuesta sobre ese continente, se fue imponiendo una suerte de homogeneidad étnica y cultural, una reducción de la africanidad que denota la poca importancia que por una lado se le presta a tan fundamental continente por parte de los vecinos del Sur y por otra el triunfo de la mediática occidental en su objetivo de evitar que los pueblos sureños se acerquen y coordinen acciones comunes. Más hoy, cuando los africanos, regionalmente, habían superado la mayoría de sus contenciosos armados y discutían con serias perspectivas la conformación de una confederación de estados de África y extra regionalmente desarrollaban foros de cooperación con China, India, Irán y América del Sur, en claro desmarcaje con la impositiva Europa, y en desplante a EEUU.
Imperdonable acción de los africanos. Europa y EEUU recurrieron al viejo expediente de la violencia. Incendiaron la pradera. Sin en los 60 y 70 llegaron al extremo de asesinar a los lideres socialistas para abortar proyectos de desarrollo alternativo y el panafricanismo, en este nuevo siglo no les tiembla el pulso para bombardear pueblos enteros para hacer zozobrar todo vestigio de soberanía, autodeterminación y organización regional, principal obstáculo para que continúen desarrollando su voracidad sobre los recursos naturales africanos, sean en el norte, en el centro o en el sur.
Lo que sucede en Costa de Marfil, en África Occidental, es parte de esa acción Euro-Gringa.
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