Siria ¿Otra vez Libia? o como se derroca un gobierno

Hace semanas atrás leí un artículo de un docente universitario del área de las relaciones internacionales que emplazaba al Consejo de Seguridad de la ONU a tomar acciones contra “el criminal gobierno de Siria”. A su vez, recordaba la “ejemplar acción” de la OTAN al haber reducido al “tiránico” gobierno libio.

De vez en cuando, aparecen en la prensa escrita estas opiniones de profesionales de las ciencias sociales, apuntalando las acciones bélicas e intervencionistas que en nombre de la paz realiza occidente a través del poder militar y financiero de organismos multilaterales.
Es allí, cuando todo el peso de la hegemonía comunicacional cae sobre los principios de soberanía, autodeterminación y búsqueda de soluciones internas, subregionales o regionales. Porque si una persona que maneja el método científico es alienada por la estrategia comunicacional contra algún país, debe entonces temerse por el común de la ciudadanía.

La historia moderna está llena de testimonios de gobiernos que han caído a partir de “mentiras verdaderas”. Sin entrar a calificar ideologías, en las últimas décadas derrocaron gobiernos en Centroamérica, Afganistán, Irak (tan escandaloso que hasta los invasores reconocen que mintieron), y más recientemente Libia.

En el caso libio, sorprende el descaro con el cual los lideres occidentales mantuvieron una “creciente amistad” y relaciones de cooperación económica con el gobierno de Gaddafi, pero luego bombardearon sin misericordia cuarteles, puertos, aeropuertos, hoteles, escuelas, universidades, hospitales, zonas residenciales, infraestructura para agua potable, hasta asesinar grotescamente al líder del país, el cual pasó a ser el de mayor índice de desarrollo humano de la región a un estado anárquico, deprimido, endeudado que espera de lástima internacional para calmar el hambre y la sed. Libia retrocedió 50 años en el tiempo.

En ese ABC de las intervenciones en África y los países árabes siempre ha estado pendiente la materia de Siria, desde Bush en el “Eje de Mal”, junto a Estados como Sudán (ya partido en dos), Irán, entre otros. La matriz mediática se ha encargado de repetir una y otra vez que es tiene un gobierno “tiránico”, “que mata civiles”. Para demostrarlo, tal como en Libia, pequeñas protestas fueron posicionadas en imágenes televisivas. Paralelamente se fue organizando una oposición violenta y un discurso para consumo de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Crearon el CNT Sirio y calbidearon ante los países del Consejo de Cooperación del Golfo para darle legitimidad regional a la acción desestabilizadora.

Por su parte el gobierno Sirio, aceptó las condiciones que se le iban imponiendo, como observadores de la Liga Árabe, los cuales fueron desautorizados por el Consejo del Golfo a ver que las conclusiones condenarían a la oposición. La hoja de ruta de Kofi Annam, a quien no le quedo más remedio que reconocer que la oposición estaba utilizando la violencia, fue aceptada. En el mismo período se celebraron elecciones legislativas sin graves alteraciones y un referendo que no fue favorable al partido de gobierno. Siria, que hasta el 2011 era uno de los países en el mundo con menor índice de hambre y mayor índice de bienestar, se empeña en transitar el camino de la paz.

Ante tan buen camino, el oposicionismo a Siria reactivó el terrorismo, y con ellos la guerra mediática internacional, acompañada de acciones diplomáticas occidentales como botar a los embajadores sirios. Triste que haya humanos que quieran que en Siria se repita el exterminio humanitario que hizo la OTAN en Libia.

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