lunes, 20 de junio de 2011

Negritud, diáspora, afrodescendencia




Señores Vicepresidentes de la Asamblea Nacional
Diputadas y Diputados
Amigas y amigos

El día 10 de de mayo, por conmemorarse la insurrección comandada por José Leonardo Chirino en 1795, fue escogido por nuestra Patria como el Día de la Afrovenezolanidad. Que es lo mismo que celebrar el legado libertario que nos insuflaron quienes relevaron en la resistencia a nuestros padres y madres indígenas.
Quisiera referirme al significado evolutivo de esta terminología y a su relación con las conquistas sociales y civiles en el mundo. Así como su contribución al desarrollo de la humanidad, hecho poco investigado y difundido.

Negritud
Para apegarnos a la historia africana, la calificación hombre negro, gente negra o simplemente negro fue usada por los propios africanos, no con carácter despectivo o discriminatorio, sino como forma natural, de identificación, sin ninguna carga valorativa de la condición humana.
La propia explicación de algunos nombres de países africanos lo refleja. Así por ejemplo “etiope”, en lengua amárico, quiere decir “cara pintada de negro”; Sudan, “país de la gente negra” en lengua árabe. Desde Sudan se desarrolló Nubia o el imperio Kush, la gran cultura de los faraones negros. En lenguas de África Occidental, Guinea, nombre de tres naciones del continente madre, me explica un nativo, es “mujer negra bonita”.
El color negro adorna las franjas o estrellas de 16 de las 54 banderas africanas con la significación natural de tierra, y social de pueblo.
Poetas africanos como el fundador de Senegal, Leopoldo Senghor, cantaba a la negritud, a la belleza. Él escribió:

“Mujer desnuda, mujer negra
vestida de tu color que es vida, de tu forma que es belleza.
He crecido a tu sombra;
la suavidad de tus manos vendaba mis ojos”

Fue Leopoldo Senghor el fundador del Festival Mundial de las Artes Negras hecho para convocar a la Diáspora Africana en Asia, Europa y América Abyala. En Venezuela, en esa misma perspectiva del reencuentro hemos celebrados en dos oportunidades el Festival Cultural con los Pueblos de África (al  momento del discurso, ahora van tres).

En la honda de la negritud, por esta parte del planeta, surgieron movimientos como el Poder Negro y Parlamento Negro de América, entre otros. Este último identificado así, recoge la terminología afrodecendiente, en sus artículos 2 y 3 motivan:

“Los pueblos y comunidades afrodescendientes, representamos alrededor de 150 millones de personas, hemos contribuido enormemente en la construcción de todas las sociedades americanas y caribeña”.

Queremos decir que para los africanos siempre fue excelso el color negro, por ser representante de pueblo y de la tierra, es decir, de la naturaleza, de la vida. Fue la gran maquinaria cultural de los imperios la que hizo peyorativo el vocablo negro y en torno a él formó un tipo de discriminación humana. Los imperialistas europeos, luego de abolida la esclavitud internacionalmente, dividieron los entornos sociales que ocupaban, ya no en blancos y esclavos, sino en blancos europeos y negros. Donde ser negro era menos que ser persona.
Así invadieron a África y llevaron la misma concepción esclavista aplicada en América. Así se consolidaron el apartheid en los diversos países de ese continente. Separaron vidas, negaron a los dueños verdaderos de la tierra la propiedad sobre ella y sus recursos.
El color negro fue asociando, a fuerza de repetición, a lo sucio, lo oscuro, lo malo, lo delincuencial, lo repudiado, lo infernal. Las personas negras se hicieron sospechosas. Aunque, paradójicamente, el capitalismo adoptó ese color para sus más costosas etiquetas y gustos en trajes y transporte.

Diáspora

La otra expresión utilizada con fuerza, luego de las conquistas civiles de los sesenta y setenta en Estados Unidos fue “Diáspora Africana”. A la imagen triste de la “Puerta del No Retorno” en el campo de concentración de la Isla de Goré, en Senegal, y de otras que aún quedan en el Atlántico e Índico africano, los africanistas quisieron contraponer el mensaje del regreso, del reencuentro. Ya en tiempo de los movimientos de emancipación, en encuentros como los congresos panafricanistas en América y Europa, la familia africana dispersa por el mundo empujaba por la independencia política de sus naciones ocupadas por Europa. Eran los tiempos de los grandes fundadores, luchadores y pensadores socialistas como Nkrugma, Cabral, Lumumba, Sankara, Neto, Machel, entre otros grandes africanos.
Luego de la independencia, dos visiones se pusieron sobre el tapete. Una mezquina que quería hacer ver que los africanos de ahora consideraban inferiores a los descendientes de esclavizados en el mundo. Y la otra, digna y real, que cobró cuerpo por su lógica biológica y espiritual, que afirma que los africanos recuerdan a los que se llevaron de sus patrias a otras tierras como América, como sus mayores, sus antepasados. Por tanto, los africanos que lograron sobrevivir a la migración forzada, al holocausto esclavista, consideran a la diáspora como sus hermanos de hoy, descendientes de un mismo tronco. Allí entonces se confunden en juego de palabras lo afrodescendiente con la diáspora.
África llama a su diáspora, la América Abya Yala llama a África a reconocerse mutuamente como unidad geográfica, humana e histórica.

En las deliberaciones de la Unión Africana. la diáspora Abya Yala, junto con la de Asia y Europa es concebida como la sexta región, en alusión a que ese continente se compone de las subregiones Oriental, Occidental, el Magreb (o norte), Austral, Central y la sexta, la diáspora.
El mensaje es una convocatoria a crecer juntos. La América Abya Yala retorna a África en la presencia de miles de cubanos que desde 1960 están como médicos, maestros, diplomáticos y en su momento soldados de la libertad. Retorna en la presencia de miles de brasileños en los países lusitanos; en la creciente presencia de Venezuela en esa amplia geografía. Somos de aquí y somos de allá, al igual que ellos. Nos confundimos en el pensamiento bolivariano de ser una composición multiétnica con predominio africano. Todo gracias a la diáspora.

Luego está el concepto afrodescendencia que se posicionó en la I Conferencia Mundial Contra el Racismo y la discriminación racial, xenofobia y las formas conexas de intolerancia realizada en Durban (Sudáfrica) en agosto y septiembre de 2001, en la cual participó el Presidente Hugo Chávez.
En aquel momento, mucho se escribió sobre el asunto. Surgieron los compromisos y el Plan de Acción de Durban. Venezuela constituyó su comisión de seguimiento en asunto de inclusión educativa en 2005. Una frase que se acuñó positivamente fue la de “en Durban entramos negros y salimos afrodecendientes”
No se trataba de denegar del simbolismo rebelde dado a la negritud que es pueblo y tierra, sino contra la carga peyorativa volcada por la directa y subliminal cultura imperial sobre el color negro. Decir afrodescendiente es darle contenido social, histórico, antropológico a la conexión con la historia de la africanidad mundial. Porque bien sabemos que el gentilicio de los seres humanos lo da la localidad en donde vive o nacen, europeos, asiáticos, africanos, y por aquí a los del Abya Yala nos impusieron, desde las academias europeas, latinoamericanos, para que nos olvidáramos de nuestro glorioso pasado indígena y africano. Abiayalanos desbeberíamos hacernos llamar.

En ningún continente se siente ser tan originario como África. La silueta de su familiar mapa está en cada país, en cada población, como un destino común. “Soy africano, y ser de África es ser de una misma familia, sin importar las líneas del mapa”, dicen allá para dar a entender que la familia no tiene fronteras.

Esa familia ha dejado un legado visible pero no difundido en la proporción debida. Si así hubiera sido, a la par de la evolución histórica de nuestra región, hubiese crecido el orgullo de ser descendientes africanos.

Afrodescendiente
         De entrada, para los que gustan del simplismo, o le gustar no es sinónimo de negro. He aquí algunos elementos para el análisis real.
El término afrodescendiente se puede abordar desde tres puntos vista. Uno indiscutido, científico, que reconoce a Etiopía como la cuna de la humanidad, por lo que todos, sin excepción, sin importar el color de la piel, descendemos de esas tierras. El color de la piel atiende a procesos geográficos “a la luz del sol sobre la inclinación de la tierra”, como dijera en 1798, el mestizo Juan Germán Roscio.
El segundo, está circunscrito al África Subsahariana, la desgarrada por la cacería de seres humanos para ser esclavizados. Es este el que acogió la Conversión de Durban de 2001.
Un tercer punto de vista, la de toda África, la que se extiende desde las islas del océano Indico como Comores, Seychelles, Mauricio, Madagascar, Reunión, hasta el Magreb, en el norte con el Sahara Occidental, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto, incluyendo las islas del Atlántico como Cabo Verde y las que políticamente pertenecen a países de Europa.
Entonces, afrodescendencia puede verse como un concepto histórico, cultural, espiritual y también con una connotación geográfica: los que desciende generacionalmente de africanos o los que proceden de ese continente.
En el Indico donde los rasgos asiáticos se conjugan con los subsaharianos. En el norte donde lo árabe transita desde el sur.
Bien sabido es que el subsahariano fue el más perseguido y por ello la influencia mediática occidental sembró lástima, menosprecio a fin de generar vergüenza y endoracismo.

Ahora bien, la afrodescendencia como concesión reivindicativa presenta la crueldad histórica del esclavismo que significó el retroceso de África. Y a su vez muestra y ahonda en el aporte africano a la construcción de Europa y América. Bien conocemos todas las manifestaciones artísticas, culturales y religiosas que se integran desde África a nuestra región. Pero hay más. Sin el aporte africano fuese inconcebible los avances mundiales. Como bien escribe el investigador John Henrik Clarke:

“La contribución colectiva de los afroamericanos a la ciencia y a las invenciones técnicas es tan vasta que sería imposible vivir un día en EEUU, o en cualquier parte del mundo, sin recurrir a ella

Agregamos que sin la llama libertaria africana, hubiese sido imposible la emancipación de esta parte del mundo.
Todos reconocemos la gesta valerosa del rey Miguel, Andrezote, José Leonardo Chirino, Francisco Luango, alzados en armas, en espíritu y aplicando los conocimientos africanos para fundar las ciudades libres de los esclavizados que se hacían al monte para pelear su libertad.
Algunas acciones son pocos difundidas como el acto heroico del negro Leonardo Infante, quien arriesgó su vida en la Batalla del Rincón de Los Toros para salvar al Libertador Simón Bolívar. “Suba a ese caballo general. Sálvese y salve a la Patria” Habría dicho después de derribar de la bestia al jefe realista que comandaba el magnicidio contra el Libertador.

El aporte afro se registra en la educación y la crianza de los hijos, aprovechada para sembrar ideales de libertad como lo hicieron Matea e Hipólita, las negras adoradas del niño Simón, a la que el pueblo venezolanos, aspira ver en el Panteón Nacional, junto a la mestiza Juana Ramírez La Avanzadora y la Jefa Indígena Apacuana.
Nadie discute los aportes de los egipcios a la agricultura mundial. En África Occidental se ubicaron las culturas que se dedicaron también al agro, en  rubros muy conocidos por acá, y a  domesticar animales rumiantes como el vacuno, ovino y caprino. La plantación de tubérculos, granos, árboles frutales y la conservación de la semilla fueron practicadas por los grandes pueblos africanos. El cultivo de gramíneas, el popular arroz, la caña de azúcar, la refrescante patilla, la yuca se cultivaron en esas tierras desde el Siglo VII y desde allí se extendieron a los países de clima tropical.
Sobre el origen del popular arroz escribe para la Revista “El Nuevo Correo de la UNESCO Judith Carney, en su obra “Arroz Negro”:

“El arroz cultivado en Carolina del Sur y otras regiones de América es de variedad oryz glaberrima, distinta de la asiática oryza sativa. Sus semillas y técnicas de cultivo y cosecha, así como sus preparaciones culinarias, han sido aportaciones de los africanos”.

Javier Mariategui al estudiar la cultura médica peruana señala que San Martín de Porres, un hombre negro, curaba a los enfermos usando medicina arbolaria indígena y medicina de procedencia africana.
La Revista UNESCO, dedicada a la trata africana, reseña que entre los orígenes de la vacuna contra la viruela está el africano. Onesimus un generoso esclavizado, al ver moribundo al blanco esclavista, le tuvo compasión y preparó un compuesto de hierbas que le aplicó durante varios días hasta que el paciente sano completamente. El esclavista requirió del hombre afro las hojas que había utilizado. Años después a partir de aquella combinación surgiría el clásico antibiótico. Fue en 1706 cuando el hoy Olvidado Onesimus reveló a los esclavistas la forma como los curanderos africanos curaban la mortal viruela. Mucho después Edgard Jenner sintetizó la vacuna y fue reconocido como el padre de un medicamento africano. Onesimus quedo olvidado como otro africano esclavizado llamado sólo César quien preparó por primera vez un antídoto contra la mordedura de serpiente basado en los conocimientos ancestrales africanos.

Los venezolanos que han tenido la dicha de visitar la Aldea de Adama en Etiopía, se sorprenden al encontrarse casitas de bahareques similares a las que aún hay en los Andes y el Llano venezolano. Fácil es deducir que el baharaque no viajó de aquí para allá. En la Enciclopedia General de África, se documenta las técnicas de arquitectura en baharaque empleadas en el antiguo Imperio Mali. Desde sencillas casas a esplendorosos palacios, que hacen suponer que las queridas zonas coloniales de Venezuela tienen su origen en el trabajo de los esclavizados, de los afrodescendientes que enseñaron su técnica al común de los venezolanos. Así mismo las esplendidas casas de madera edificadas en las islas del Caribe y la Costa Atlántica de EEUU provienen de Senegambia. Por cierto, diputados y diputadas, no olvidemos que en nuestros pueblitos llaneros, muchas de esas casonas de bahareques están cayendo en ruinas, aún estando registradas como bienes patrimoniales. En homenaje a esa tradición arquitectónica y como espacio para el estudio, el recuentro y análisis de África y su Diáspora, el proyecto Casa de la Amistad con los Pueblos de África, espera florecer en Barlovento, como testimonio viviente del legado africano.

El imperio de Mali, que iba de este a oeste, fue de lo más avanzado en el trabajo de orfebrería y en la navegación. Desde allá salió, por el siglo XIII, unos doscientos años antes de Colón, una flota de más de cien barcos con rumbo al Abya Yala. Todo parece indicar, que los africanos llegaron antes que los europeos a nuestras tierras. Según la historia que pueden leer en la Historia General sobre África, editada por la UNESCO, esos barcos malies no regresaron. Esos africanos tal vez se confundieron con nuestros indígenas en el Caribe o en tierra firme. Por lo que la afrodescendencia tendría unos orígenes aún más remotos que el holocausto de la esclavitud. Son historias que nos negaron.
Ese conocimiento fue trasmitido de generación en generación, como la preparación de sabrosas comidas y el modo tan alegre de vestir, colorido, como una oda a las cosechas frutales de la naturaleza.
Y habría más de que hablar. Que decir de todos estos aportes. Investíguese sobre el inventor de la vainilla, imprescindible en los postres, o sobre las operaciones a corazón abiertos. Mucho conocimiento hallaremos, ocultas por nuestra educación pro caucásica.
Sin embargo, cuando los mencionamos aún la sorpresa aflora en muchísimas personas. Cuando esa sorpresa desaparezca estaremos contentos. Porque esa admiración se produce debido a que en nuestros estudios de primaria y secundaria no se hacen mención obligatoria a ello. Hay valiosas iniciativas como esta del día de la Afrovenezolanidad, como la programación que se hace desde las instituciones públicas para conmemorar este mes, donde nosotros modestamente colaboramos junto con muchas organizaciones populares con la Semana Mundial de África. Como la Cátedra Libre África presente en unas siete universidades (en esa fecha, hoy ya unas quince), como las que realizan los movimientos afrodescendientes y de la negritud. También esperamos por la aprobación del Centro de Saberes Africanos (Hoy ya aprobado con el nombre de Instituto de Investigaciones Estratégicas sobre África y su Diáspora).
Pero lo más importantes es que desde niños y niñas conozcamos y analicemos en su justa dimensión la africanidad y su conjunción con nuestros pueblos. Falta mucho por difundir, por hacer en este campo, para que la tristeza y la sorpresa se transformen en naturalidad. Aquí el papel de los diputados y diputadas, principalmente los representantes de los estados con mayor población afro, como lo son Vargas, Miranda, Aragua, Sucre, Guárico, Yaracuy, Falcón y Zulia, Distrito Capital sin descuidar a los otros, es nodal en la difusión y exaltación de estos valores. Una tarea que hemos venido realizando, con muchas limitaciones es el catalogo y homenaje a los Héroes y Heroínas de la Negritud, de la Afrodescendencia, que donde haya nacido o vivido una de estas personas o se haya dado un hecho histórico haya un homenaje físico, y que se promueva la investigación sobre esos personajes y sus acciones en Venezuela.
Negritud, africanidad, diáspora. La afrodescendencia es más que un concepto, es la historia de los pueblos del mundo.
Es nuestra esperanza contribuir a la mayor difusión de su significado integral y con ellos a las reivindicaciones de este grupo humano, parte esencial en la conformación de la identidad nacional.

Señores Vicepresidentes, Diputadas y Diputados
Muchas gracias por haberme escuchado

Día de la Afrovenezolanidad
Derecho de Palabra en la Asamblea Nacional
 de la Republica Bolivariana de Venezuela
Profesor Reinaldo Bolívar
Viceministro para África del MPPRE
 10 de mayo de 2009

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