Mientras los nombres del colonizador sigan signando nuestras rutinas un ruido desagradable se cuela en nuestra heroica historia.
En el propio Reino de España varias poblaciones unieron sus fuerzas para que una ley obligará a los gobiernos a borrar de lugares públicos los nombres del franquismo y se honrará a los mártires de la guerra civil.
En nuestra Madre África, en varios de sus países australes como Zimbabue, Mozambique y Malawi, con la independencia se ha venido desterrando la nomenclatura del conquistardor y hasta se autorizó, sin mayor papeleo, que los nacionales se cambiaran los nombres y apellidos europeos por originarios. Así es como volvieron las sonoras voces a dar sentido a los nombres de las personas africanas.
Desde Europa, se han hecho supremos esfuerzos para mantener los lazos de subordinación con Abyayala. España, Portugal, Inglaterra y Francia se apresuran a rebautizar cada terreno que invadían, a cada ser humano que habitaba esas tierras.
Después de la independencia política, las viejas potencias optaron por apretar las ataduras socio culturales. Aceptaron una que otra culpa, pero se ocuparon de dominar las industrias culturales, medios televisivos, editoriales, dar premios internacionales, reconocimientos científicos; hacer atractivas las metrópolis para que la juventud siempre las continuará viendo como la meta. “Si tanto nos gusta Europa, para que independizarnos, que nos sigan gobernando”. Digo palabras más, palabras menos Frank Fanon.
La mayor resistencia popular de nuestros antepasados originarios en Abyayala ha sido en Guatemala, México, Bolivia, Ecuador y Perú. En los casos de Bolivia y Ecuador los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa son reflejo de esa raíz indígena que como el Sol, el Dios Inti, ilumina el renacer de la historia para el desarrollo humano en armonía con la Pacha Mama. Aunque no se puede hacer referencia a los Incas, sin recordar el magnicidio del español Pizarro contra Atahualpa. Ni a México sin aún condenar el tormento y asesinato de Cuauhtémoc por el hispano Hernán Cortes.
Aquí en Venezuela, al llegar Hugo Chávez Frías con la Revolución Bolivariana, el legado originario revive constitucionalmente.
Con su presencia en las instituciones públicas, con su respeto ancestral. Además de incorporar como lenguas oficiales a las utilizadas por nuestras 42 etnias, se crea un Ministerio, se resuelve la presencia permanente de diputados y legisladores en la Asamblea Nacional y Consejos Legislativos.
En el renombrar, si queda aún ese ruido. Apenas hay dos grandes esfuerzos emblemáticas en Caracas. El Guaraira Repano, que aún la costumbre hace llamar Ávila (apellido de uno de los asesinos conquistadores “Gabriel del Ávila”). Y Paseo de la Resistencia Indígena (que inexplicablemente aparece entre paréntesis, en una valla que aún reza “acceso desde el Paseo Colón al...”. Da pena... el acceso es a la principal arterial vial de Caracas (la que menos mal nadie cita por su primer nombre español).
La principal autopista de Caracas, la que va de Caricuao a la Urbina, que ha sido ampliada para el bien de todos, debería renombrarse con el Nombre del Padre de la Resistencia Indígena El Gran Jefe: Guaicaipuro. Pero Todavía lleva el nombre de unos de los principales carniceros de la historia colonial.
No debemos temer a los nombres que nuestra identidad reclama con justicia. A nosotros nos costará pronunciarlos, pero con los años, se harán familiares. Por supuesto hay que promocionarlos a través de los medios de comunicación, las escuelas, los discursos, avisos, señalizaciones.
Nuestra Identidad Nacional existe, debemos reavivarla con orgullo y firmeza Patria.
ES UNA IMPORTANTE REFLEXION...SEGUIREREMOS SIENDO LIBRES....GRACIAS...PROFE....
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