Receta infalible para ser feliz y mejor



Para ser feliz, para ser mejor, no tenemos que hacer nada nuevo, solo se  debe practicar los principios universales del buen vivir cuales son la compasión, el desapego, el amor (ser amoroso o amorosa), la responsabilidad, la ética y el humanismo.  Eso es el deber ser. No son fases, son integrales e inseparables. Con  tu familia, comunidad, trabajo, lugar de estudio, y con el mundo.
La familia no es solamente el entorno de padre, madre, hermanos e hijos. Son todos los que llevan nuestra sangre, hasta aquella persona que apenas conoces. Si algo falla con alguno de ellos, algo falla en ti, en mi, en nosotros.
En este mundo moderno, nuestras puertas se han cerrado al vecino, a la comunidad. Los políticos hacen discursos para gente que a veces solo ven en actos o por televisión; muchos nos definimos de avanzada pero por lo general apenas saludamos y medio sonreímos a gente de nuestra propia comunidad. Las variadas formas de comunicación controlan las relaciones políticas con la comunidad y sus integrantes. Las mejores relaciones no pasan de casuales actos económicos como en los condominios. Las formas de organización de la comunidad devienen en grupúsculos que controlan los pocos recursos para sus propios intereses y expectativas.
La comunidad debería ser la familia entendida, hoy en día es como el familiar que apenas conoces. Ya hasta en las comunidades más populares se está perdiendo el sentido comunitario, las puertas se están cerrando, las casas y comercios se han enrejado, cual jaulas. La nada, vale decir, el individualismo,  se impone a la comuna Debemos aplicar el deber ser. Compasivo, desapegado, amoroso, responsable, ético y humanitario para la felicidad comunal. Y la comunidad debe incluir a toda una ciudad, a un país.
El lugar de trabajo pareciera ser el último reducto. Ya no los sindicatos que se han especializado en lo económico y se han hecho muy pares con los patronos. El trabajo puede ser fuente para la organización política, para algunos efectos de compañerismo, amistades escogidas o grupos de distracción. Su papel para fomentar las relaciones comunitarias o fortalecer los lazos familiares hoy en día es cuestionable. Al contrario, en los trabajos públicos y privados dominan los entornos. Los cercanos al poder de decisión patronal, directivo, partidista o sindical.
Los movimientos obreros tienen un lugar predominante en las grandes transformaciones de la humanidad. Cada principio enunciado debe aplicarse aquí.
Ser estudiante está imbuido de fuerza para aplicar en todo momento el deber ser, de lo contrario solo se es un gran lector, un gran crítico y cuando más un suma cum laude que va a engrosar las filas del individualismo y a ponerle más puertas de seguridad a la casa para aislarse más de la familia, de los vecinos, del mundo.
Mundo es sinónimo de gente que habita el planeta tierra. Por eso apenas se consideran las enfermedades del Planeta. En un mundo donde la familia se restringe al entorno favorito, donde solo queremos a quien nos quiere, es imposible pensar en serio que la Casa Tierra está herida y que sus futuros habitantes “mundo” la van a tener difícil. El mundo debería ser nuestra comunidad prolongada.
El deber ser compasivo, desapegado, amoroso, responsable, ético y humanitario es hoy en día difícil, casi imposible, porque solo priva el discurso de buenas intenciones como las del año nuevo en los que todos prometen, por lo general metas individuales, recetas para sí mismos, lejos de la comunidad, del mundo y hasta de la familia.
Es duro es difícil aplicar los principios.  A Jesús, por quien celebramos la Navidad el 25 de diciembre (aunque un montó no lo sabe y cree que celebra la llegada de Papa Noel), un día se le acercó un joven que vivía muy bien, que nada le faltaba.
 Era una persona que admiraba lo que hacía Cristo. Y hasta repetía algunas de sus palabras y empezó a decir que también era justo y quería ayudar a los pobres. Algo así como a veces hacemos cuando escribimos, o hablamos en los medios o nos subimos en una tarima (me incluyo) pero hasta allí llegamos, no arriesgamos más, no dejamos el pellejo como los grandes héroes y heroínas de la historia.
El joven se acercó a Jesús de Nazaret y arrodillándose le dijo que quería ir al reino de lo cielos, que le dijera como hacer. Fue sincero, le dijo que tenía muchos bienes y fortunas; le insinuó que podía comprar el reino de los cielos, algo así como dar donaciones o limosnas. El hombre rico olvidó que Jesús predicaba que el Reino de los Cielos es este mundo, la comunidad, la escuela, el trabajo, la familia. Por eso Jesús le dijo “vende todo lo que tiene y dalo a los pobres”. Y el muchacho se fue triste “porque tenía mucho”, dice el evangelio.
Y si hubiera tenido la mitad, de seguro se hubiere ido igual  triste, y si hubiere tenido un cuarto también daría la espalda triste.
Porque el deber ser solo son seis palabras pero no es apto para un mundo de individualidades o de entornos. Esas seis palabras están estrictamente relacionadas, no son alegorías, son el motor. Son como los órganos vitales del Ser.
Compasión, desapego, amor, responsabilidad, ética  y  humanismo para con la familia, el trabajo, la comunidad, el lugar de estudio y el mundo con la tierra.
Y así seremos universalmente mejores y felices cada quien, cada cual pero en especial todos y todas.


Reinaldo Bolívar 

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